Calendario Sodalitium 2023: “León XIII y su magisterio a 120 años de su muerte”

Editorial

El 20 de julio de 1903, hace 120 años, fallecía en el Vaticano el Papa León XIII; el 4 de agosto siguiente era elegido sucesor el cardenal Sarto, quien eligió el nombre de Pío X, a quien veneramos como nuestro Santo protector (junto a Nuestra Señora del Buen Consejo, a San José y a San Pío V).

Nacido en 1810 en Carpineto Romano y bautizado con el nombre de Vincenzo Gioacchino Pecci, fue ordenado sacerdote en 1837, nombrado obispo en 1843 por el Papa Gregorio XVI, creado cardenal por Pío IX en 1853 y elegido sucesor suyo en 1878. Antes de su exaltación al Sumo Pontificado sirvió a la Santa Sede a través de la diplomacia (fue nuncio en Bélgica), de la administración del poder temporal de la Iglesia (fue delegado en Benevento, Spoleto y Perugia) y del ejercicio del ministerio episcopal (fue arzobispo de Perugia).

Dedicándole este calendario, queremos rendir homenaje a un gran Pontífice que quiso imitar a un predecesor suyo, el ilustre Inocencio III, cuyos restos que reposaban en Perugia decidió León XIII trasladarlos a Roma.

Para comprender bien el pontificado de León XIII y sobre todo su magisterio, es necesario tener presente su fidelidad al Doctor Común, Santo Tomás de Aquino. Fue suyo el mérito grandísimo de devolver al puesto de honor la filosofía escolástica y el pensamiento del doctor Angélico con la encíclica Æterni Patris. Toda su enseñanza debe considerarse como una aplicación de estos grandes principios. Erróneamente alguno ha visto en su pontificado una mano tendida al mundo moderno nacido de la Revolución. Todo lo contrario, la finalidad del Pontífice fue la restauración de la Cristiandad medieval, tan bien representada por el ya citado Inocencio III, heredero de esa civilización cristiana y romana bien encarnada en el patrón de León XIII, San León Magno. Contra el “derecho nuevo” recordó los grandes principios del Estado y de la Sociedad cristiana, comenzando por recordar que la soberanía no viene de abajo, sino de lo alto. Es decir, de Dios. Contra el falso concepto de libertad recordó, siguiendo a Santo Tomás, el verdadero y genuino concepto de libertad, que tiene por objeto el bien y no el mal. Reconoció, también, en la secta masónica la obra de Lucifer y la enemiga declarada de la Iglesia. De hecho, fue entre todos los Papas quien combatió más activamente el naturalismo masónico, que ultrajaba a la Iglesia en la misma ciudad de Roma a través de su alcalde Nathan y el monumento a Giordano Bruno. Por todos estos motivos fue firme defensor de los derechos violados de la Santa Sede, incluso cuando el poder temporal pretendía destruir el mismo Papado y con él la Iglesia de Jesucristo, la Revelación divina y la vida sobrenatural. Objetivos contra los cuales se lanzó la secta masónica mediante la secularización de la sociedad laicizada, el ataque a la familia y levantando obstáculos a la libertad e independencia del Sumo Pontífice.

León XIII se dio cuenta de los primeros síntomas de la crisis que luego se desencadenaría en el interior de la misma Iglesia. Por ello dio un duro golpe al movimiento ecuménico con la declaración sobre la invalidez de las ordenaciones anglicanas (Bula Apostolicæ Curaæ, 1896) y con la encíclica sobre la unidad de la Iglesia, Satis Cognitum. Llevó a cabo las primeras condenas contra el incipiente modernismo, tanto en el ámbito de la espiritualidad (con la condena del americanismo en Testem Benevolentiae, 1899) como en el ámbito de la actividad político-social (con la encíclica Graves de communi, 1901). Con la encíclica Rerum Novarum, sobre la cuestión social, se opuso tanto al socialismo como al liberalismo, renovando la alianza entre la Iglesia y el pueblo, y poniendo las bases de una sociedad verdaderamente cristiana. Encomendó este gran proyecto a la Santísima Virgen. Devotísimo de Nuestra Señora del Buen Consejo, León XIII recomendó en numerosas encíclicas el rezo del Santo Rosario, puesto que sabía que mediante la meditación de los misterios de la Encarnación, de la Pasión y de la Resurrección del Señor, con la mirada y los sentimientos de la Virgen Sma., el pueblo cristiano sería capaz de mantener viva la Fe.

Durante el transcurso de su largo pontificado no faltaron tampoco algunos fracasos. Vana fue su dedicación al Oriente, con la esperanza de reconducirlo a la unidad católica. Dura fue también la persecución que sufrió de parte de los gobiernos masones de todo el mundo, especialmente de las vecinas Italia y Francia. De esta última le llegaron grandes desilusiones y fue su sucesor, San Pío X, quien con intrépido coraje y mirando por encima de los bienes terrenales, esto es, con libertad evangélica, afrontó la separación Iglesia-Estado, la expulsión de las órdenes religiosas y la confiscación de los bienes de la Iglesia, haciendo renacer la Iglesia de Francia y condenando las falsas interpretaciones del magisterio leonino (como la del Sillon). León XIII vio también la imperiosa necesidad de desarrollar y modernizar los estudios eclesiásticos, un programa plenamente compartido con el joven Umberto Benigni. No obstante, a finales del siglo XIX y comienzos del XX se entreveía ya la traición de este hermoso programa por parte de los modernistas. Será San Pío X (nombrado obispo en 1884 y creado cardenal en 1893 por el mismo León XIII) quien tendría que hacer frente a este peligro mortal, para “restaurar todas las cosas en Cristo”.

Cada mes del nuevo año puede ser una ocasión para que nuestros lectores lean una o más encíclicas de este gran Papa que, en esta ocasión, hemos elegido honrar.

Don Francesco Ricossa